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Yo estudio en el barrio Fenicia

 

Daniel Montoya

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El 16 de septiembre la Universidad de Los Andes volvió a ser parte de Fenicia. A partir de una iniciativa promovida por el CEU, apoyando a la campana del Gobierno Nacional #SoyCapaz, las puertas de Los Andes volvieron a estar abiertas.

 

Cuentan que existió en el país una universidad fundada por intelectuales liberales de la primera mitad del siglo XX, que colonizaron los cerros de Monserrate desde el barrio Fenicia para lograr una educación de la más alta calidad en Colombia, capaz de competir a nivel mundial. Cuentan que se logró, que está entre las 10 mejores del continente, que tiene departamentos donde el 100% de su planta docente tienen estudios de doctorado, postdoctorado, que dirige investigaciones y que tiene gran renombre en la comunidad académica internacional. Dicen también, que logró tomarse casi por completo el barrio y los cerros y la candelaria, pero seguía siendo abierta a estos.  Porque antes de ser la Universidad de los Andes, era Fenicia.

 

Luego entró una generación acostumbrada a vivir en el encierro: en colegios privados, en conjuntos cerrados, con la innovación en seguridad de circuitos cerrados de televisión. Una generación que creció con la desilusión de un proceso de paz que ridiculizó a nuestro más alto mandatario y con la paranoia colectiva que caracterizó el gobierno de su sucesor. Entonces los Andes, que una vez recibió al mundo entero sin preguntar por su carné, o su procedencia, o si podía o no pagar su matrícula, empezó a hacerlo.

 

A principios de los 2000 la Universidad de los Andes instaló torniquetes para que sólo pudieran ingresar a sus  instalaciones personas a las que la misma universidad entregara carnés de ingreso. Se plantó un dispositivo de seguridad más grande, con perros que tienen que andar con bozal, con guardias armados dentro y fuera de la universidad, con cámaras que siguen los movimientos de cada estudiante. Así vivimos en la universidad ahora. Así he vivido mi vida universitaria, porque conocí los Andes cuando el barrio Fenicia rodeaba a la universidad, y no cuando universidad era parte de él.

 

Esta iniciativa surgió bajo la campaña #SoyCapaz, organizada por la ANDI (Asociación Nacional de Empresarios de Colombia): una campaña liderada por la empresa privada para promover la paz desde la base diaria de los ciudadanos. A esta campaña se unieron grandes empresas como Ramo, Argos, La W, Caracol Radio y Televisión, y la Universidad de los Andes. El CEU organizó las actividades que los estudiantes de los Andes harían y se decidieron por #SoyCapaz de confiar. Así se propuso la iniciativa de bajar los torniquetes el 16 de septiembre al rector y se aprobó.

 

Pero la campaña levantó lo más oscuro de cada estudiante: miedo al exterior, al vecino, insultos a los promotores de la iniciativa. Las redes sociales estallaron, el CEU, desconocidos por muchos hasta entonces, fue catalogado como un grupo de hippies mamertos arrogantes y atrevidos que, en su afán por aparentar ser incluyentes, estaban poniendo en peligro a la comunidad uniandina. Entonces, un día antes de que se abrieran las puertas de la universidad de nuevo, se organizó un ‘firmatón’ que superó las 800 firmas en menos de dos horas.

 

Quien lideró esta firmatón fue Juan Sebastián González, estudiante de Derecho, entre el domingo y el lunes en la mañana. Juan Sebastián estaba en contra de la medida por considerar que podía atentar contra la seguridad, que podían presentarse actos vandálicos contra las instalaciones, los carros, las bicicletas y que se podrían presentar más robos.

 

Alejandro Franco, Presidente del CEU y quien fue la cabeza visible de la iniciativa, explicó cómo se iba a organizar la universidad: existiría un dispositivo de seguridad más amplio para velar por la seguridad de los estudiantes. Y así fue. Ese día llegaron refuerzos de ATEMPI, que es la empresa de seguridad del campus, para apoyar las actividades del día.

 

Todo esto llevó a que se organizara un debate por parte del CEU, para que explicaran la actividad y los estudiantes en contra mostrarán por qué lo estaban Había argumentos en contra de toda clase: desde no podré sacar mi iPad, iPod, iPhone, iMac tranquilo, hasta lo irresponsable que era llevar a cabo una medida que fuera tan sólo por un día, “como si tuviéramos algo que nadie más va a poder tener y sólo se les quisiera mostrar “.

 

Con todo y esto la actividad ya estaba prevista y no tenía marcha atrás. Ese día se ofrecieron voluntariados que casi nadie que no fuera del CEU aprovechó. Los voluntariados iban desde armar bibliotecas hasta acompañar a un grupo de niños que venía de visita a la universidad. Muchos estudiantes tuvieron miedo de ir a estudiar ese día, lo que la hizo ver más vacía. Ahí está lo irónico, porque muchos de los que dejaron de venir por miedo creían que la los Andes estaría llena de gente de fuera, y en total solo 100 personas que no pertenecen a la comunidad uniandina ingresaron.

 

En cuanto a la seguridad la jornada, esta no salió mal parada: según los datos del Departamento de Seguridad de la Universidad se robaron una maleta y escribieron “Putos Burguecez” en un baño del SD. A decir verdad ni muy nuevo ni muy caro como para pensar en que es culpa de abrir el campus. Todos los días roban maletas en la universidad o sus alrededores y la semana pasada, con los torniquetes bien puestos,  rayaron uno de los baños del primer piso del edificio Franco.

 

Alejandro Franco, durante el debate dijo que creía que lo difícil iba a ser convencer a las directivas de la universidad y estaba equivocado. Lo difícil fue convencer a los estudiantes. Existe un miedo al exterior por una gran parte de los estudiantes que obtuvo salida a través de las redes sociales. El movimiento fue tanto que la noticia salió en Pulzo, el blog de Lucas Ospina en La Silla Vacía y distintas columnas de opinión, como la de Yolanda Rayo en El Tiempo. Los Andes volvió a estar en el foco de los medios, pero esta vez no por su calidad académica, sino por el desdén de sus estudiantes a la hora de mirar hacía fuera. Un desdén no tan reciente, pero sí acentuado el día que se le prohibió la entrada a quien no fuera uniandino. Porque un día los Andes dejó de recibir a las demás personas en sus instalaciones, el día que decidió ver sólo a Monserrate.

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