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Horst y la fábrica de juguetes.

 

Nathalia Valencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los juguetes de Damme no se cargan, ni funcionan con pilas. Y, sin embargo, llevan  seis décadas cruzando los mares, paseando bebés de plástico y cabalgando por desiertos. No obstante, cada día son menos populares.

 

Un pitido desgastado anuncia mi llegada. Hay juguetes de madera de todos los colores  y tamaños: una señora parada detrás del mostrador alza alegre la mirada cuando escucha ese chillido. Todos los carritos, balancines, camiones y muebles de casita de muñecas están sin empacar. Todos pueden ser tocados, y montados. Sin embargo, la juguetería Damme está vacía. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Horst Damme tiene ochenta y cinco años, una fractura en la cadera y comienzos  de un problema mental senil. Llegó a Colombia muy joven desde su natal Berlín y  desde entonces fabrica juguetes de madera en su taller en La Floresta en Bogotá.  Los años no vienen solos. El señor Damme está ciego y camina con dificultad. La  enfermedad senil le ha robado muchos de sus recuerdos y un poco de su tranquilidad.  "Es que don Horst vive como nervioso, y además ya no recuerda muchas cosas" dice  Yolanda Pedraza, su ex empleada, su esposa, su bastón, sus ojos y su memoria.        .    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                     

 

 

 

Horst Damme y Yolanda Pedraza, en su fábrica. Foto tomada de la página de Facebook de Juguetes Damme.

 

 

 

Yolanda aún se refiere a su esposo como "don". Habla con propiedad y con amor de la  juguetería mientras pinta cuidadosamente lo que pronto serán camiones y carritos. 

 

 

 

         

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Horst empezó su fábrica en 1948 cuando Doña Lolita Sáenz de Santamaría, la primera  dama de la ciudad de esa época, le encargó más de tres mil juguetes. "Él le dijo que no podía  hacer todo eso, que no tenía la maquinaria. Entonces la señora le prestó quinientos  pesos. Con eso compró dos máquinas, con las que aún hoy hacemos los juguetes"

 

Después de la entrega de ese pedido, Juguetes Damme se convirtió en una de las  jugueterías más importantes de la ciudad. Llegó a tener cuarenta y siete empleados y  varios locales. "Esto fue de lo más próspero. Hoy no nos va tan bien... Y eso que estos  juguetes son finos, aguantan todo, no son como esos de ahora, que además son bien caros".

 

El señor Damme, que dijo no recordar tener juguetes en su infancia, adora el caballito balancín que es insignia de su juguetería. Recuerda que una amiga suya trajo uno parecido del exterior y que extravió una pata durante el viaje. Él se ofreció a hacerle una si le permitía reproducir el diseño. Hoy por hoy es uno de los juguetes más vendidos en su tienda y uno de sus más grandes orgullos.

Los vecinos de la juguetería, ubicada en la zona industrial de la Floresta, son en su  gran mayoría empleados de fábricas. Martín Gómez, mecánico de un taller cercano, lo  conoce desde hace más de diez años: "es un señor de lo más de formal. Dicen que hace juguetes desde hace mucho tiempo. Y los hace muy bonitos. Que dizque que está ciego, pero no parece, eso dicen que hasta cortaba madera así, ciego".

 

La ceguera del señor Damme es producto de una disputa por el terreno en el que hoy está su fábrica. Dice Yolanda: "el señor Arturo Pardo Pardo le disparó en la cabeza porque el señor Damme no le quería vender este terreno. Eso fue el 24 de agosto de 1972 a las 7:30 de la mañana. Lo dejo ciego, casi casi me lo mata"  Este accidente le dejó una depresión que duró tres años: "No quería trabajar, nada. Hasta que un día yo estaba sola acá y le dije: 'usted es el que sabe de eso, venga y me  ayuda'". Desde ese día cortó cada pieza para producir sus juguetes, hasta que, hace dos años, se cayó y se fracturó la cadera. Ahora, se la pasa en su casa - separada de su juguetería por una puerta- recordado las épocas en las que las estanterías quedaban vacías en épocas navideñas.

 

Según Mattel, en entrevista con el Tiempo, “la tecnología ya es parte de la vida de los niños y  por eso la han incorporado a sus juguetes”. Damme no compite con tecnología sino con “juguetes que perduran, que incitan a los niños a imaginarse cosas… eso es muy importante” dice Yolanda.

 

En más de sesenta años de existencia muchos de los juguetes Damme han pasado de generación en generación. Gabriel Vergara publicó en la página de  Facebook de la juguetería en 2011: "tengo la fortuna de conservar un juguete que fue restaurado hace unos dos años y a mi hijo de 3 le encanta jugar con ese camión que ya cumplió 40  años en mi vida y en mi corazón"

 

Las hijas de doña Yolanda y don Horst son quienes manejan la página de Juguetes Damme y están pendientes de recolectar las historias y fotos de sus clientes. Doña Yolanda  "no sabe mucho de eso", por eso prefiere esperar detrás del mostrador a que llegue un  comprador, un niño a tocar sus juguetes. Le pide a quienes van que "le hagan  propaganda". Y se concentra de nuevo en pintar las llantitas de los carros. Se dedica de tal forma a su labor, que pareciera que no escucha ni ve nada más. Pero va a escuchar el pitido  desgastado de la puerta y alzará la mirada con esperanza. Eso está seguro.

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