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Cuando el Niño Dios no tenía nombre propio 

 

Laura Santacruz 

 

Muchos niños y adultos quisieran devolverse en el tiempo a la época en que el Niño Dios era quien traía los regalos y los dejaba bajo el arbolito sin dejar rastro alguno. No había ni leche ni galletas, el único signo de su presencia era la desaparición de la carta, una emoción más grande que escribirla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Siempre tuve la esperanza de ver al Niño Dios” cuenta Daniela Gómez de 21 años. “Una noche, me levantó un ruido y sabía que era Él. Caminé despacio hacia la sala pero me tropecé con el tapete y una sombra que se movió. “Vi la cortina moverse y creí que había salido por la ventana. Me acerqué para mirar al cielo y cuando levanté la cortina encontré a mi papá con las manos en la cara y la cabeza agachada en forma de ‘me doy por vencido’, salí corriendo y lloré hasta quedarme dormida”. 

 

La “Colombianizada” del Niño Dios

 

El “Divino Niño Jesús” que conocemos en Colombia, no es una imagen de la Biblia, ni el pequeño niño que cuelga de los brazos de María en los monumentos de las Iglesias. No, ese es otro, ese es el original, el de las paredes del Vaticano. Nuestro Niño Dios es de sangre criolla, pues según el diario en línea Vanguardia, “nació en uno de los talleres tradicionales de arte religioso del barrio 20 de Julio de Bogotá”. Según Monseñor Alberto Ojalvo, vicario de la Zona Pastoral Episcopal de San Pedro en Bogotá, quien introdujo la fe en el Niño Jesús fue el Sacerdote italiano Juan Rizzo en 1914. Según Rizzo “mis plegarias al Divino Niño triplicaron la limosna que necesitaba para construir el Templo de San Roque en Barranquilla”. Esta historia se regó por el pueblo y la fe en el hijo de María empezó a crecer.

 

Hoy, es la imagen de uno de los restaurantes más icónicos de la ciudad (Andrés Carne de Res), adorna las ventanas de buses, taxis y automóviles y se esconde dentro de la billetera de quienes buscan su protección. Es el nombre de cigarrerías, escuelas públicas, hospitales infantiles, y hasta novelas de televisión por cable.  

 

 

 

El Niño Dios de los niños

 

Una de las costumbres, que anunciaba que pronto llegaría Navidad era la carta al Niño Dios. Según Monseñor Ojalvo, en un principio “la carta que se escribía al Divino Niño, era una carta de agradecimiento por todas las bendiciones y los milagros cumplidos”. Agrega en un tono sarcástico, pero risueño, que “ahora los niños siempre se piden leer la Oración al Niño Jesús en la novena a ver si todo lo que quieran pedir lo podrán pedir por los méritos de su infancia y nada les será negado”. En palabras de Daniel Santacruz, judío hace más de veinte años “el chino Dios”, como lo llama, “se ha convertido en un circo comercial carente de espiritualidad, si es que alguna vez la tuvo”.

 

Según Liliana Cardona, madre de familia “la carta que yo hacía era muy diferente a la que hacen mis hijos. Ahora está llena de bicicletas, Barbies, Max Steel, carros de Hot Wheels, consolas de Nintendo, Discman, y la infaltable petición por la paz mundial”. Entre risas añade que “siempre supo que con esta última frase los niños creerían que podrían convencernos más fácil de traer todos sus regalos” .

 

El nacimiento del Niño Dios, para muchos pasaba desapercibido y se opacaba por el desespero de los niños porque el reloj marcara las doce para poder abrir los regalos, que por tanto tiempo estuvieron escondidos debajo del árbol. “Nuestros papás y tíos nos encerraban a todos en un cuarto y nos ponían películas para que el tiempo se pasara más rápido” cuenta Sebastián Vega de 24 años. “De repente escuchábamos, ¡Niños bajen que el Niño Dios acaba de llegar!”. Con los ojos cerrados y una sonrisa de oreja a oreja, Simón Torres, hermano de Sebastián, recuerda el momento y agrega “yo salía corriendo por la escalera y me sentaba alrededor del árbol con todos mis primos. Cruzaba los dedos para que el regalo más grande de todos dijera - de: el Niño Dios, para: Simón”.

 

Hoy en día, de la tradición del Niño Dios no queda mucho. Según Daniel Santacruz “actualmente hay dos tradiciones compitiendo por atención: el Niño Dios y Papá Noel. El gordiflón de barba lleva la delantera”. Un personaje que, en diciembre 2007, según cifras de Asomedios, se llevó el 10% ($141.187 millones de pesos) de la inversión en publicidad del país. Además es dueño de su propia fábrica de regalos que incluyen: iPhone, Tablets y la última versión del Play Station; regalos que el Niño Dios no alcanzó a conocer.

                                        

Cuando el Niño Dios tuvo nombre propio.

Con el paso del tiempo y a medida que cada niño crece, las sospechas empiezan a surgir. “Mis papás decían que el Niño Dios se había confundido de dirección cuando se equivocaban de regalo, y para mí eso era imposible. Ahí empecé a sospechar que algo me estaban ocultando” cuenta Daniel de 22 años. Cuando lo descubrió María Luisa tenía 7 años: “necesitaba un esfero para escribir en uno de esos manteles de Crepes & Waffles y sabía que en mi mamá siempre llevaba uno en el bolso. Cuando lo iba a sacar encontré la Carta que le había escrito al Niño Dios adentro, se la mostré a mi mamá y se puso brava conmigo”.

 

Luz María Arbeláez, psicóloga social cuenta que “en la familia es importante tener fantasías y es importante la recreación de los niños como parte de su desarrollo”. A su vez, Daniel Santacruz, deja a un lado su religión y toma su postura de padre, tío y abuelo  al decir que “algo muy propio de la niñez es crear fantasías para los niños. Decirles que eso de chino Dios es pura carreta, es cruel”.

 

Por esto, la tradición del Niño Dios, siempre será uno de los mejores recuerdos que los niños y adultos tendrán de su infancia, incluso a veces quisieran devolver el tiempo y nunca haberse enterado. Arbeláez agrega que “en las familias el mundo de la fantasía nunca se debería acabar”, aun cuando cada quien, a su modo, descubre que el Niño Dios, tiene nombre propio: mamá y papá. 

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